domingo, 3 de junio de 2012

Cualquier tiempo futuro fue mejor


Siempre me han gustado esos pueblos que conservan un ambiente medieval.

Me encanta pasear por sus calles estrechas y tortuosas de suelo empedrado; admirar las casas de piedra y barro con vigas de madera, cuya fachada gana unos centímetros más con cada piso y que parecen apoyarse en sus vecinas; asomarme a sus pasadizos, cuevas y bodegas; atravesar las murallas por puertas de viejos postigos de madera herrada; entrar en las pequeñas iglesias de piedra tanto como en los grandes castillos...




Recorrer sus callejuelas ya vacías a última hora de la tarde, cuando las sombras empiezan a instalarse en los rincones sin que la luz de unas farolas amarillentas consiga detener su avance, es un placer que estimula la imaginación haciéndonos retroceder en el tiempo.

Claro que a veces la imaginación se dispara demasiado y nos hace evocar idílicas escenas de la vida cotidiana en aquellos tiempos. ¡Qué tranquilidad la de entonces...!, sin coches ruidosos por las calles; ¡qué sanos los alimentos...!, sin conservantes ni porquerías; ¡qué entrañable la vida comunitaria...!, con sus fiestas alegres, las reuniones alrededor del hogar para contar historias a la luz de la lumbre...




A menudo, fastidiados por los problemas e incomodidades del presente, caemos en la trampa de sentir la nostalgia de un pasado que nunca existió. La democracia de la Grecia clásica nos parece un logro perdido; ya no se construye como lo hacían los romanos; desaparecieron los sabios universales del Renacimiento; no quedan tierras que descubrir y conquistar allende los mares; y los tiempos de las grandes ideas, de los grandes artistas, de los grandes inventos, han quedado atrás. Hemos perdido los valores, las creencias, la familia, el empleo para toda la vida, la seguridad en las calles, el buen gobierno, la fe, la esperanza y la caridad... Y el mundo parece haberse convertido en un lugar frío e inhóspito, peligroso para la vida y la hacienda, con el riesgo añadido de que el cáncer o el infarto se nos lleven antes de tiempo...

Espejismos de un pasado que nunca fue así pero que, con gran optimismo, nos complacemos en pintarnos mucho mejor que nuestro presente efectivo. ¿Cuántos de nosotros estaríamos realmente dispuestos a embarcarnos en la máquina del tiempo para retroceder y quedarnos allí?. Allí... ¿dónde?, ¿en qué momento de nuestra Historia?.




Me imagino en la democrática Atenas del siglo V, paseando por la stoa al cálido sol de la tarde mientras escucho las sabias palabras de alguno de los grandes filósofos, o apresurándome para no llegar tarde al estreno de la última comedia de Aristófanes... Claro que, como mujer, nada de ello me sería posible y más bien estaría encerrada en mi casa sin derechos ni voz ni voto; que la democracia no era lo que ahora entendemos como tal, y sólo participaba de sus beneficios la pequeña parte de la población con el estatuto de "ciudadanos libres", ¡faltaría más!.




¿Mejor entonces ser hombre?, pues sí... hasta que tocaba entrar en guerra con alguna de las ciudades vecinas, cosa bastante frecuente; y entonces pocas eran las posibilidades de salir entero: lo de la objeción de conciencia no se había inventado. Y nada de armas con las que matar a distancia y sin mancharse las manos: lanza, espada, escudo, y allá tú con lo que hubieras aprendido en los largos entrenamientos diarios. ¿Herido en la batalla?, olvídate de analgésicos, anestesia o antibióticos. Los perdedores, por último, eran vendidos como esclavos después de rematar a los heridos "inservibles". Los derechos humanos aún estaban por inventar...




Y es que el ser humano, en toda época y lugar, se ha dedicado con bastante entusiasmo a exterminar a sus semejantes a pesar de la supuesta fraternidad humana; lo de Caín y Abel sólo fue un tímido precedente.

Si me quedo en España, por ceñirme más al al lugar que ocupo y fantasear solamente con el tiempo, tampoco acabo de encontrar ese "cualquier tiempo pasado fue mejor" de las Coplas de Jorge Manrique.




De la cabaña al palacio, todos vivieron en peores condiciones que nosotros. Hombres o mujeres, ricos o pobres, sabios o ignorantes; ninguno tuvo a su alcance los medios materiales, las condiciones de libertad, de salud, de oportunidades, que disfruta cualquiera de nosotros en un país "normal". No pretendo afirmar que vivamos en el mejor de los mundos, ojo, sino en el mejor de los tiempos; cuando palabras como democracia, Internet o antibióticos se corresponden con realidades ya inventadas y en uso; que lleguen a todos los rincones del planeta es otro tema.




Es un alivio saber que el tiempo no corre hacia atrás y que, por tanto, no es posible el retroceso. Aunque no es condición imprescindible: tampoco los orgullosos romanos del Imperio imaginaron que, pocos siglos más tarde, todo aquello que enriquecía su vida diaria: termas, templos, villas, ciudades, espectáculos, ceremonias, leyes, cultura, arte y civilización, desaparecería arrasado bajo los cascos de los caballos de Atila y compañía...

La Historia, cuando es olvidada, tiene la fastidiosa costumbre de volver a repetir sus duras lecciones. Nunca estamos completamente a salvo de la Prehistoria.

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